Sobre El arco iris sale en vaciante, exposición individual en IESA. París, Francia.
Los vínculos afectivos son tan antiguos como la gente, a partir de ellos formamos nuestra historia, tanto personal como colectiva. En mi experiencia reciente , se han manifestado a través de caminatas, abrazos, cosechas, brindis y fiestas, así como preguntas, que no buscan ser contestadas, solo son pretextos para acercarse al otro, aquel con el que convivimos.
Aquella convivencia que no es exclusiva entre personas, pues involucra a toda entidad que forma parte de nuestro entorno y que puede colaborar con nuestras búsquedas. Por eso, en estos años, mis procesos han sido acompañados por muchas personas. Y también animales: Nina y Azul, entornos naturales tales como las bardas (Argentina), los ríos amazónicos (Perú) o recientemente, el bosque de Vincennes (Francia).
La complejidad de hacer nos plantea asumir nuestros límites y recurrir a una serie de colaboraciones, donde encontramos en el otro aquello que desconocemos. Es así como los vínculos que he construido en torno a mi práctica han sobrepasado en importancia a la materialidad. Aparecen para volver realidad una idea utópica que empieza con un sueño, un recuerdo o una pregunta.
Así empezó la idea de trasladar lo trabajado en los últimos años a un contexto occidental, donde los vínculos afectivos tienen otra lógica. Un contexto que ha mirado al sur global a través del exotismo y extractivismo. ¿Cómo enfrentarse a un contexto donde se perdió el sentido del ritual? Donde no significa nada llevar un tronco desde el monte -o bosque- hacía el lugar de hábitat para celebrar, pedir y conversar con la naturaleza.
Lo mágico de la representación visual también es tan antiguo como la gente. La transmisión del deseo tiene su origen en las cuevas neolíticas. El anhelo de debilitar al animal previo a la caza fue el génesis de todas las prácticas rituales que el humano ha construido para comunicar al entorno sus necesidades, pedidos y preocupaciones. Algunas sociedades hemos sobrevivido al desarrollo occidental y aún nos encontramos en contacto con esta dimensión.
Por esta razón, mi producción reciente (2019 a 2022) reflexiona sobre esa línea. Representa diversas prácticas en las que hemos transformado los materiales, las almas y el futuro de nuestra sociedad. A través de fuertes vínculos afectivos con el clima, la flora y la fauna, en el Sur se mantiene vigente la necesidad de establecer una sostenibilidad con el entorno que permita alcanzar un buen vivir.
Al aterrizar y recorrer París, el clima fue un factor determinante para este periodo de trabajo tanto por el contraste como a causa de la historia de las políticas públicas que Occidente construyó en relación al clima dentro de sus colonias. Aquí encontré que el arco iris ( fenómeno natural que aparece cuando el sol y la lluvia coinciden) es un efecto óptico que engloba una diversidad de expresiones dentro de la cosmovisión de los pueblos originarios. Esto me permitía, a manera de metáfora, hablar de la omnipresencia de estas deidades naturales y su conocimiento ancestral presente en el tiempo.
Así mismo, pensé en el periodo de vaciante (verano), donde los ríos se secan, como metáfora de un instante preciso para cosechar nuevas relaciones y oportunidades que permitan expandir las posibilidades del trabajo. Esto encuentra sentido, puesto que la merma de las aguas en los ríos, lejos de representar un escenario negativo, da paso a grandes zonas de cultivo que deben ser aprovechadas antes de la creciente.
El aprovechamiento de esta época a la cual recurro como metáfora sólo será posible si las relaciones afectivas de la comunidad lo permiten. Si una comunidad se encuentra en equilibrio, permitirá tener buenas temporadas de cosecha, que serán de gran importancia durante el invierno. Así, un buen ciclo hidrológico va de la mano con una organización social consistente y permite la vida.
Por eso, intento reflexionar en la importancia de estas prácticas sociales de sostenibilidad que permiten a las comunidades amazónicas mantener una adecuada convivencia, lo cual puede ser aplicado a sociedades urbanas y occidentales para construir nuevas formas de relacionarnos y recuperar nuestro entorno y tendrá un gran impacto en el futuro de la especie.
Este texto se escribe a dos meses de llegar a París, luego de reflexionar y absorber las relaciones construidas desde mi llegada. En un momento donde queda agradecer a quienes se involucraron en este viaje e hicieron posible aterrizar estos conceptos, imágenes y acciones en un contexto tan lejano, en toda la amplitud de la palabra.