La pintura de Tilsa Tsuchiya es una pintura extraña, onírica, con formas que se elevan sin peso. Con colores que recuerdan la tierra, el gras, un celaje… al principio de niña me asustaba. Me decían: es surrealista y rara. Había mucho de lo pre-colombino también en esas formas mitad humanas mitad animales… A los niños les fascinan los seres híbridos, los monstruos pero también les dan pesadillas y escalofríos.
La ficción de subjetividades está siendo impulsada por algoritmos, bots y la creciente explotación de datos – en que las empresas nos imaginan a partir de nuestros léxicos y clics – hasta que las identidades humanas y su quehacer parecen meros engranajes de esa maquinaria digital. Estas ficciones algorítmicas, promesas de futuro, ocupan hoy el rol que podía tener en el siglo XIX Madame Bovary en la narrativa francesa. Son nuestro nuevo realismo, uno en que ocupamos el lugar de personaje imaginado.